lunes, 13 de abril de 2009

Nuevas cartografías


Igual que antes comenzaba cualquier cosa diciendo “ya sé que el office no es original”, ahora no hay línea que no empiece con un “bah, esto es sólo una tontería”. Hecha la advertencia, puedo seguir.

Como siempre, he padecido la Semana Santa que he querido: sin poder entrar o salir por el Amor, el Rescate o el Calvario –metafórica y literalmente todo-. Con este plan, decidí irme cantando bajito en busca de suelo no urbanizable de especial protección –comúnmente llamado “campo”-, aunque el chirrido rueda-cera-asfalto jodiera un poco mis silenciosos propósitos. Llegué, protagonicé un remake del almendro en plena primavera, dije “hola, padres: hay Semana Santa ahí abajo: asilo”, y me instalé con todos mis bártulos. Aquí cada uno va a su aire, coge espárragos, pasea, duerme, lee, programa, nada o nada de nada, sin que nadie diga ni pío. A mil metros sobre el mar y con una conexión a internet que pende de un hilo o microonda, leo los periódicos digitales, que quizás por la altura me parecen más fantásticos que nunca. Hace dos días leía que apenas 118 kilómetros más arriba–uno menos para mí por estar en lo alto de este cerro- se encuentra la frontera del espacio. Oh Hubble. Stop. Que nadie siga leyendo. Una pausa para pensar que a sólo 118 kilómetros está la frontera del espacio. Flipante. Ahora sí, continúo. Dice la noticia que todo este tinglado permitirá estudiar los fenómenos físicos que dan lugar a las auroras. Bueno, me parece bien, creo que últimamente hay mucha estafa con todo esto, ya se sabe, mucha aurora photoshopeada de fondo de escritorio; merece la pena aclarar este asunto cuanto antes, sin duda. Por favor, no más tuning interestelar y que se mida con la mayor precisión posible los límites de esta frontera planetaria. Yo, a falta de una cinta métrica apta para este fin, he medido con google earth esos 118 kilómetros de acá y para allá para ver dónde me planta la nueva medida espacial, por si pudiera aclararme algo. He comprobado que a una frontera del espacio se encuentra Sotogrande o Albolote. Más allá, dicen, sólo los violentos flujos espaciales a más de mil kilómetros por hora. Otro silencio. ¿De qué calibre serán allí los portazos? (Ya advertí que era una tontería).




"¿Verdadera aurora?", 2009

Sin pamplinas, Don Ángel González.




Preámbulo a un silencio

Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol
-en verano-
y se calla.

(¿Dije tranquilamente?: falso, falso:
uno se sienta inquieto haciendo extraños gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente de una caja de
fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de las casas que
permanecen indiferentes al paso de la primavera,
una primavera urbana que asoma con timidez los flecos de
sus cabellos verdes allá arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones,
levemente arraigada a la materia efímera de las tejas a punto
de ser polvo.)

Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel,
me dicen,
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
-quiero decir: las uñas-
y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.

lunes, 6 de abril de 2009

En abril: sopa (de poetes)

A ver cómo retomo esto…

—Leed, pues, estos versos —concedió el Rey.
El Conejo Blanco se caló las gafas y preguntó:
—¿Por dónde quiere su Majestad que comience?
—Comienza por el comienzo —le dijo el Rey, con toda gravedad—; continúa con la continuación y finaliza en el final. Y luego párate.

Sin proponérmelo, cojo el hilo donde lo dejé, más o menos. Lo primero es lo primero: las gracias a los soperos. Mil quinientas gracias por ese patocuchara que ya he puesto ahí al lado, junto a mis lemas domésticos. Un honor. Continúo con las disculpas por este silencio prolongado, creo que no tengo excusa. Y finalizo con un “intentaré ser lo aplicada que solía y tal”. Me paro.

Besos a punta pala,

SDUC