lunes, 28 de septiembre de 2009

Y sin embargo...

Que sí, que ya sé que las revistas están pasadísimas, que el cese temporal de la convivencia de doña Elena empieza a ser eterno y que Nati Abascal nos quiere a todos, pero es lo que hay. Además, me da pereza reciclar y desconfío del negocio montado alrededor de la deforestación del planeta, así que, por favor, sigan pasando estas sobadísimas páginas.

Reconozco que cuando me pongo a limpiar no voy mucho más allá de lo que ve la suegra y, en este caso, la mía está muy cegata, de modo que más que zafarrancho esto ha sido un corre que te pillo bastante fullero para salir del paso. Como siempre. Con tiempo, ya iré colocando todo en su sitio.

Pongo la primera piedra: Pere Calders, “Ruleta rusa y otros cuentos”, Ed. Anagrama. Gracias, Martin.

Coloco la segunda: un móvil de Calder. Tan frágil.






Las manos en los bolsillos: prohibido tocar, 2009.


Y, sobre una tercera, inmóvil, Fonollosa:


Y de pronto una voz, mirada, un gesto
tropieza con mi idea de mí mismo
y veo aparecer en el espejo
a un ser inesperado, insospechado,
que me mira con ojos que son míos.

Ese desconocido que yo soy.
Ese al que los demás se dirigían
al dirigirse a mí, sin yo saberlo.
Ese irreconocible ser inmóvil
que inspecciona mis rasgos hoscamente.

En vano apremio al otro, el verdadero,
a aquel que unos segundos antes yo era.
Sólo está frente a mí, con ceño adusto,
ese desconocido inesperado
que me mira con ojos que son míos.


Destrucción de la mañana, José María Fonollosa, Ed. DVD.