lunes, 19 de abril de 2010

Hogares

Debo contestar emails, pido disculpas. Esta semana me pongo. Llevo unos días desconectada del mundo. Cada día corto más hilos: llamadas, citas, periódicos… Aprueban el reglamento de disciplina urbanística y me entero la última. Sí, ya sé que no va a pegar a la puerta de mi casa un apuesto testigo de Jehová para traerme la última palabra sobre la perversión urbanística. Lo sé, pero me quejo, porque es gratis. Dice la noticia que el reglamento llega treinta años tarde, así que tampoco merece la pena darle más vueltas al asunto, aunque sí a ese tiempo de espera. Nadie aguanta tanto: quince minutos, seguro; veinte minutos, puede. Treinta años de espera, imposible. Ese redactor es de tecla fácil y no sabe de cuántas horas está hablando.

Al margen de esta diatriba, después de muchos días sin saber nada, salvo que llueve, esta tarde abrí El País y me topé con ‘La nube de ceniza altera la agenda global’. ¿Qué ha pasado? Tampoco nadie me ha informado de esto. Leo que Juan Carlos I no ha podido acudir al cumpleaños de la Reina Margarita de Dinamarca (!). Sigo leyendo… 'Conciertos sin músicos'. No leo más. Ahí me quedo, en esas tres palabras. Una nube que traga músicos… Como ya no permito comentarios, me entrego a estas frivolidades. Seguramente se trata de una catástrofe colosal, no lo sé, no le leído más, insisto. Sinceramente, más allá de esos músicos fantasmagóricos, no me interesa casi nada. Bueno, también me interesa el titular que aparece asociado a esta noticia que dice “Observa la evolución de la nube, (Universidad de Aarhus)”. –Observo, observo-. Es aquí. Un mapa de Europa con flechas, sin indios, y una mancha que oscila.

Mañana volveré a decir que el blanco es bonito, que no he tenido pesadillas, y que una farmacia es un oasis en el que me quedaría mil horas, sentada en el banquito para donde se toma la tensión, sin decir nada, 2010


Szymborska, inevitable, otra vez:

NUBES

Con la descripción de las nubes
debería darme mucha prisa,
después de una milésima de segundo
dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.

Es propio de ellas
no repetirse nunca
en formas, matices, posturas y orden.

Sin la carga de ningún recuerdo
se elevan sin problemas sobre los hechos.

¡De qué van a ser testigos!,
en un segundo se disipan en todas direcciones.

En comparación con las nubes
la vida parece tener los pies sobre la tierra,
se diría que es inmutable y prácticamente eterna.

Frente a las nubes
hasta una piedra parece un hermano
en el que se puede confiar
y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.

Que exista la gente si quiere,
y después que se muera uno tras otro,
poco les importan a las nubes
todas esas cosas
tan curiosas.

Sobre toda Tu vida
y también la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.

No tiene la obligación de morir por nosotros.
No necesitan ser vistas, para poder pasar.